lunes, 21 de octubre de 2013

Trabajadores de empresas básicas sobreviven con préstamos

Denny Sucre, Operador de Guía de CVG Alcasa

El ingreso se devaluó con el vencimiento de los contratos desde hace tres o cinco años, señalaron sindicalistas




().Los empleados de las empresas básicas acuden a prestamistas y a las tarjetas de crédito para cubrir gastos básicos del grupo familiar. Yunis Hernández, sindicalista de la Siderúrgica del Orinoco Alfredo Maneiro, dijo que las dificultades económicas las afrontan por igual 56.000 trabajadores profesionales, técnicos y obreros, además de jubilados de Sidor y las empresas del aluminio (Carbonorca, Venalum, Alcasa y Bauxilum), cuyas convenciones colectivas llevan vencidas entre tres y cinco años, período en el que han dejado de percibir mejoras socioeconómicas.

Hernández informó que el dinero no alcanza porque Ciudad Guayana es una ciudad que históricamente registra uno de los costos de vida más altos del país. “Con una tasa de inflación acumulada a septiembre de 42,2% es muy difícil llegar holgado al final de la quincena”, señaló.

La adquisición de la comida se lleva la mayor parte del presupuesto familiar, a lo que se suma la escasez de productos, pues Bolívar es un estado que está lejos de los puertos y centros de producción, recordó Hernández.

Roger Salazar, directivo del sindicato de Ferrominera del Orinoco, indicó que los trabajadores cuentan con el comisariato, que les suministra alimentos y otros productos básicos subsidiados. “Pero hace tiempo la empresa no lo surte y tenemos que comprar afuera a mayor precio, y con escasez”.

Salazar, al igual que otros trabajadores, destacó que de tener una calidad de vida superior en la que podían cambiar de vehículo, salir de vacaciones con la familia y adquirir viviendas, los trabajadores pasaron a pedir prestado para poder cubrir los gastos esenciales. “A final de año, las utilidades se van en pagar la tarjeta de crédito y deudas con otros acreedores”, concluyó.

Salazar y Hernández refirieron que la nueva contratación colectiva es un paliativo frente al alto costo de la vida que merma el poder adquisitivo del salario. El gobierno debe cambiar sus políticas económicas y laborales.

¿A dónde fue la prosperidad? Trabajar en la empresa madre del aluminio le dio a Luis Calderón, trabajador de CVG Bauxilum con 19 años de servicio, prácticamente todo. Gracias a su trabajo logró un nivel de prosperidad que le permitía pensar a futuro.

Hoy, luego de cuatro años con el contrato colectivo vencido y salario congelado, se siente estancado. “Yo tenía pensado montar un negocio, pero ahora ni para una bodega alcanza. Ha habido muchos recortes en lo familiar. Antes uno iba con la familia a comprar una pizza, a comer afuera, ahora compramos pan y comemos en casa”.

Dijo que podía ayudar a un sobrino a estudiar o a un hermano con una emergencia. “Hoy hay que arroparse hasta donde llega la cobija y eso me parece un acto de injusticia porque nosotros hemos entregado nuestras vidas a unas empresas contaminadas, donde dejamos nuestro sueño en guardias extenuantes. Sinceramente nos sentimos explotados”.

Su situación, aseguró, es el sentimiento generalizado en la productora de alúmina, una de las empresas más afectadas económicamente y que, a principios de año, llegó a acumular hasta dos quincenas sin pagar. Hoy sobreviven con el subsidio del gobierno, pero la producción es escasa.

En el caso de Calderón, y gracias a que tiene carro propio, dedica horas de su tiempo libre a “taxear”. “O cuando sobra algo de la quincena nos vamos hasta Maturín, compramos queso y lo vendemos aquí, y eso ayuda a completar”.

Estudios en riesgo. Denny Sucre subsiste. Tiene 12 años como operador de grúas en CVG Alcasa. “No sólo porque tengo cuatro hijos, sino porque también tengo bajo mi cuidado a mi mamá, mi hermana y mi sobrina”.

Sucre cree que la palabra que define la situación de los trabajadores es injusticia. “No hay equidad, no hay igualdad, lo que hay es una cuerda de bandidos que utilizan el nombre de la revolución para desvirtuar todo”.

Se siente “impotente” en lo político y también en lo familiar. “Me dolió que mi sobrina perdiera el semestre (en la universidad) porque yo no tuve como  resolver”, agregó.
Tenía planes como comprar un carro o dar una mejor educación a sus hijos. “Actualmente hasta un helado o el esparcimiento de mis hijos, el que uno quisiera como ese que tienen los hijos de quienes hablan de la revolución, ya no se puede porque es difícil”.

Incertidumbre. “Nos hemos convertido en alquimistas, transformando nuestras capacidades en la reductora y haciendo de taxistas, peluqueros, cocineros para poder sobrellevar la situación económica”, dijo Douglas Zamora, que tiene dos meses en la nómina de CVG Venalum.

Estuvo como tercerizado y ahora que está en la industria, otrora la más sólida del sector, siente la fortaleza de trabajar en una organización del Estado, que en teoría es estable, pero con la “incertidumbre de que no hay dinero”.



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